Desarrollo de modos concretos de marginalidad juvenil
Se manifiesta en la formación de pandillas y tribus urbanas; conductas radicalizadas, drogadicción y delincuencia. Producto de la desintegración cultural de la sociedad, los jóvenes de hoy no tienen modelos claros de identificación valórica en el medio social, y por ello se identifican con grupos marginales que de una u otra forma son contrarios al sistema.
Los medios de comunicación usan la imagen juvenil y agresiva como la imagen exitosa
Magnificando la manera de ser juvenil y mostrándola como imagen de vitalidad a imitar por la sociedad. ?Todo lo joven es bello y todo lo viejo es decrépito?. Se promueve una imagen inmadura y agresiva que impregna el modo de vivir adulto. A la par, la violencia se difunde masivamente a través de los escabrosos informativos televisivos (recreándose en el morbo de la noticia), la profusión de truculentas películas, los videojuegos, las letras de las canciones de rock-punky o de los videoclips. Nuestros jóvenes absorben una carga de agresividad que las generaciones anteriores no tuvimos. El contenido televisivo favorece el consumo de drogas, la promiscuidad, la violencia y el consumismo extremo, que es asumido por muchos jóvenes como real y deseable para el desarrollo exitoso de su vida y personalidad: muchos identifican el mundo real con el que ven en las pantallas.
Sustitución de la familia y la escuela en su función sociabilizadora
Anteriormente la familia y la escuela eran las instituciones que tenían mayor influencia en el proceso de sociabilización de los niños. Pese a que hoy la familia sigue siendo proveedora de afectos y la escuela es proveedora de conocimientos académicos; ninguna de ellas tiene por lo general relevancia suficiente como transmisoras de valores para la integración social. Antes había modelos familiares y escolares muy claros con los cuales identificarse. Los niños sabían en todo momento lo que tenían que hacer y lo que se esperaba de ellos. De modo tal que lo que decían los padres en casa, se repetía con exactitud en la escuela, y las personas las expresaban con un lenguaje unificado. Ahora, nuestros hijos están expuestos a muy variados ejemplos de identificación. La escuela a menudo no coincide con el ideario de casa, y la mayoría de las veces la televisión introduce un sistema valórico muy diferente a ambas.
En conclusión la efectividad de las medidas educativas familiares y escolares seguirán siendo precarias, si no van acompañadas de un apoyo mediático que coincida con ellas. Es decir, la implicación social es fundamental para que tengan éxito los mensajes educativos de la familia y la escuela.
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Se manifiesta en la formación de pandillas y tribus urbanas; conductas radicalizadas, drogadicción y delincuencia. Producto de la desintegración cultural de la sociedad, los jóvenes de hoy no tienen modelos claros de identificación valórica en el medio social, y por ello se identifican con grupos marginales que de una u otra forma son contrarios al sistema.
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Magnificando la manera de ser juvenil y mostrándola como imagen de vitalidad a imitar por la sociedad. ?Todo lo joven es bello y todo lo viejo es decrépito?. Se promueve una imagen inmadura y agresiva que impregna el modo de vivir adulto. A la par, la violencia se difunde masivamente a través de los escabrosos informativos televisivos (recreándose en el morbo de la noticia), la profusión de truculentas películas, los videojuegos, las letras de las canciones de rock-punky o de los videoclips. Nuestros jóvenes absorben una carga de agresividad que las generaciones anteriores no tuvimos. El contenido televisivo favorece el consumo de drogas, la promiscuidad, la violencia y el consumismo extremo, que es asumido por muchos jóvenes como real y deseable para el desarrollo exitoso de su vida y personalidad: muchos identifican el mundo real con el que ven en las pantallas.
Sustitución de la familia y la escuela en su función sociabilizadora
Anteriormente la familia y la escuela eran las instituciones que tenían mayor influencia en el proceso de sociabilización de los niños. Pese a que hoy la familia sigue siendo proveedora de afectos y la escuela es proveedora de conocimientos académicos; ninguna de ellas tiene por lo general relevancia suficiente como transmisoras de valores para la integración social. Antes había modelos familiares y escolares muy claros con los cuales identificarse. Los niños sabían en todo momento lo que tenían que hacer y lo que se esperaba de ellos. De modo tal que lo que decían los padres en casa, se repetía con exactitud en la escuela, y las personas las expresaban con un lenguaje unificado. Ahora, nuestros hijos están expuestos a muy variados ejemplos de identificación. La escuela a menudo no coincide con el ideario de casa, y la mayoría de las veces la televisión introduce un sistema valórico muy diferente a ambas.
En conclusión la efectividad de las medidas educativas familiares y escolares seguirán siendo precarias, si no van acompañadas de un apoyo mediático que coincida con ellas. Es decir, la implicación social es fundamental para que tengan éxito los mensajes educativos de la familia y la escuela.
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